martes, 5 de septiembre de 2017

MATUG MOHAMED I ABDULLAH -ABORAWI-, LA EXPRESION DE LO EVOCADO

Matug Aborawi Pintura en aire libre Plaza del Triunfo Granada 2006





La pintura de Matug Aborawi goza de una fuerza expresiva que me incita a reflexionar sobre algunos de los fundamentos de la plástica pictórica, en la que él, como siempre ha demostrado, sabe desenvolverse con total atrevimiento y sinceridad; no obstante, primero me gustaría hacer un recorrido por las cualidades humanas del pintor. Naturalmente, nuestro amigo Matug es libio de Al Garabulli, -pueblo costero del mediterráneo-, y con el tiempo que lleva entre nosotros lo considero un español de Granada, o quizás, sería más acertado decir que, tanto él como yo, somos y nos sentimos habitantes del mundo. Antes de emitir su primer llanto estuvo cuarenta días en un recóndito estado de quasi-muerte; su corazón latía, pero quizás, su Ser estaba en otro universo paralelo, del cual no quería desprenderse; y, a partir de aquel primer sollozo, auspiciado por la liturgia y los talismanes que debió utilizar el chaman de su tribu; Matug, Al Aborawi, se unió al mundo que hoy compartimos. Ahora, derrocha audacia y frescura en las relaciones que, normalmente, establece con sus amigos y con las personas que conoce. Este sentimiento es algo hermoso y propio del buscador que lleva dentro; porque una de sus múltiples bondades es la de ser un perseguidor de sueños, quizás; porque aún esté latente en él, la visión en la que estaba embelesado antes de ese, su primer suspiro.

Es cierto que Matug disfruta de una vida de pintor que se ha ido construyendo día a día, con esfuerzo y generosidad. Aunque lo conocí por los espacios comunes de la Facultad de Bellas Artes de Granada, nuestra amistad cuajó en aquel tiempo en el que él tuvo la necesidad de leer su Tesis Doctoral. A partir de entonces hemos compartido muchos ratos de reflexión y ocio, ya que, a él como a mí, nos gustan esos placeres mundanos que tanto aportan al fluir del ser y el arte. Así como el amor humano, el talento artístico se nutre de las experiencias que compartimos con otras personas, ya que sin esas vivencias de cooperación o comunicación, el arte estaría despojado de ese contenido trascendental que imprime la comunión con los demás. Efectivamente, la mochila que cargamos día a día de memorias, experiencias, placeres o sinrazones, se convertiría en una pesada carga si no tuviéramos la lucidez suficiente para comprender que ese fardo, realmente no lo necesitamos cuando estamos ensimismados en la creación. Y es así que Matug, cuando se dispone a profanar la tersa blancura del soporte, ocurre que todas las ideas o juicios que ha ido almacenando en su memoria, le sobran; y posiblemente, en ese preciso momento de diálogo con la luz del lienzo, solo necesite acallar los recuerdos guardados, y con un envite de voluntad, olvidar lo andado para adentrarse humildemente en la quietud de su Ser.


Entre tu y yo I. Occidente y Oriente.100cmx100cm.Acrilico sobre tela.2005.Viena




Entre tu y yo II. Occidente y Oriente.100cmx100cm.Acrilico sobre tela. 2005.Viena


Si admitimos que la verdad no pertenece a nadie ni tampoco es única; y si reflexionamos sobre las ideas que Goodman expone acerca de la capacidad del ser humano como creador de mundos, que brotan de lo que se dice literal o metafóricamente, de lo que se demuestra y expresa, de las representaciones, descripciones y percepciones y, si, creemos que hay un solo mundo, seguramente, éste estaría compuesto de infinitos mundos y, si por el contrario, fueran infinitos los mundos; entonces, estarían contenidos en uno, que a su vez, quedaría inmerso en otros infinitos mundos. Consecuentemente, a la idea de los mundos propios o simbólicos de Goodman, la obra de Aborawi es otro mundo formado de mundos, y lo cierto es que, los universos que él crea contiene todos esas idas y venidas que el existir nos va poniendo en nuestro continuo caminar. Además, Matug como un soñador de metáforas que es, tiene la cualidad de evocar visiones que una vez interiorizadas, las materializa y convierte en símbolos, figuras, gestos, abstracciones, expresiones, …, seguramente, con la finalidad inconsciente de superar esos miedos que todos tenemos a lo desconocido, o a nuestro propio ideal, correcto o errado. En su pintura no intenta copiar fotográficamente lo que su ojo ve, ni tampoco, personaliza la imagen que le muestra su retina de la cosas o la naturaleza; sino que, su experiencia pictórica se nutre de un continuo inventar que brota de la manera apasionada de abocetar lo fantástico, lo mítico o las utopías que, seguramente, guardó en su ser antes del primer llanto. Como artista, es consciente de la gran distancia que existe entre la idea y la experiencia, y además, sabe que la vida impera sobre el pensamiento, quedando éste, como un simple bosquejo al que le falta entidad y significado, ya que la creación o el acto creativo es el que nos proporciona el goce y el conocimiento profundo de esos mundos soñados.
Las misteriosas manchas, figuras, rostros o animales que pinta Matug con decisión y expresividad, están organizadas dinámicamente en unas estructuras formales, cargadas de suculentas texturas, luces, sombras y pinceladas que flotan sobre el plano pictórico. Su pintura estremece por la franqueza y sencillez con que expresa un mundo imaginario repleto de  enigmáticas masas cromáticas que destilan esencias de un tierra lejana y fantástica en la que se puede intuir sus memorias de africano y mediterráneo.

Evidentemente, me sorprende la manera tan rotunda con la que expresa esos elementos simbólicos con los que construye su pintura, utilizando una grafía pictórica contundente y unos recursos matéricos abreviados en su más pura esencia. El primitivismo e intemporalidad de sus figuras humanas, la simplicidad de los animales como el caballo, el burro, la gacela, la cabra, el perro, el gato o el toro; o los elementos abstractos inspirados en la naturaleza del litoral mediterráneo, en la ciudad en la que vive o en los fenómenos atmosféricos que observa como la tormenta, las nubes, el sol, la luna, la sombra, el mar y el cielo,... son como códigos que le sirven para construir unas grafías arábigas, de una gran elegancia; en armonía, con unos caracteres rúnicos, escuetos y palpitantes, que el espectador debe escuchar ya que definen la idea que tiene del mundo y el hombre.


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A mi querido amigo, Matug Aborawi 

Dr. Juan García Villar


(Pintor, Escultor y Profesor de Pintura de la Universidad de Granada)

Granada2014