Hay hitos en la vida, llegada su sazón, desvanecidas las brumas de la incertidumbre, en los que se siente la necesidad de volver la vista atrás, hacia lo irremediablemente perdido, ido en el pasar inclemente de los días. A dónde regresar, en dónde refugiarse. Instintivamente, con fe de peregrino, emprendemos el camino, echando a un lado la certeza de que el pasado no existe, que sólo sea una ensoñación, a voluntad forjada a golpes de olvido, cuyo mudo sonar oculta la herrumbrosa fragua, las frías esquirlas de metal de lo que realmente no fue y deseamos con fervor que hubiese sido, porque nosotros en este día de hoy, ya somos sombras de quienes fuimos.
Nos negamos a admitir de que la vuelta no es posible, de que detrás del recodo del ayer no hay nada y nos duele que el paso del tiempo no nos socorra aun sea con el mezquino óbolo de la conmiseración, pero seguimos sintiendo, caminando,con dolor, con los pies llagados, bajo la tormenta de la imposibilidad y el vivo deseo de llegar a un inexistente destino, en el que florecen, pasados los inviernos de la desesperanza, miradas que transcienden de la realidad que se vive y sufre.
En esta parte de la vida se encuentra Matug. Ha querido volver a los paisajes de la niñez, a las sedosas nubes y rosados arreboles, a las distantes orillas del mar, a los verdes nuevos,
El retorno al pasado no es una travesía en la que el caminante se haya desprovisto del hatillo de conocimiento, del báculo de la experiencia. Le pesa la angustia de la soledad, el punzante sentimiento de finitud, que nos acosa y entenebrece. Y luego se desvanece y emerge de la oscuridad ríos de cristalinas luces, arrogantes cúspides en las montañosas lejanías, humildes y verdes oteros como una realidad viviente y vivida.
De hoy a ayer no es un tránsito que requiera de la desnudez, despojarse del hábito de vivir y persiga encontrar asilo en el espíritu, negando que la vida solo sea un sueño vacío.
Quizá se convierta en una necesidad venidera: hallar razón de ser y existir en la humana fe.
Sería después, ahora el fin es pagano, encontrar aquellas vivencias de la niñez, recrearlas con la paleta de cálidos mediodías, sutiles crepúsculos y alboradas, como si fueran versos, pincelada a pincelada.
Manuel Montalvo-Granada, 2021
Manuel Montalvo (1948)Catedrático de Economía Política. Universidad de Granada.
Director del Grupo de Investigación Pensamiento y Metodología Económica.
Ensayos literarios: “Don Quijote: La forja de un Caballero sin Fe”. Granada, 2015.
“Julio César: Las llamas de la inmortalidad”. Madrid, 2014.
“ Ensayo sobre la miseria y el mal”. Madrid, 2010.
“Beckett”. Madrid, 2000
Narrativa: “Los secanos”. Madrid, 1997.
“Los hijos de Tántalo.” Madrid, 2005.
“Quidam”. Granada, 2007)
Parapocos y Perplejos. Granada, 2015.
(Se hace mención de una parte muy reducida de su obra y se omiten artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras)